miércoles, 6 de febrero de 2019

Cueva de las manos: (Cerca de la localidad de Perito Moreno)


Ya en la ruta 40 bajando desde Perito Moreno llegamos a la entrada de la estancia “Casa de Piedra” donde le consultamos al encargado si había lugar de camping y duchas, nos dijo que si, nosotros utilizamos las duchas preparamos unos mates y seguimos rumbo Cueva de las Manos. Desde esa estancia también se podía hacer la visita a las cuevas pero yendo de a caballo.
                       
                                         Foto tomada en el casco de la estancia "Casa de Piedra"
Iniciamos un camino algo escabroso, que lo sufríamos junto a mi señora y nuestro R12. Cabe aclarar que era nuestro primer viaje junto, en una ruta totalmente desconocida, y nos queríamos asegurar que no falte nada, teníamos el baúl muy cargado (con víveres no perecederos, dos garrafas, una parrilla de aproximadamente 5 kilos, equipo de camping, frazadas, etc.) previendo algún contratiempo en un lugar inhóspito. En una subida empinada, nuestro pobre R12 trepó los últimos metros a los saltos porque el peso del baúl lo hacía perder tracción, yo me aferraba a la palanca de cambio así no saltaba y en caso que no pudiera llegar arriba la  tenía que subir marcha atrás, por suerte no hizo falta. Luego de atravesar ese interminable tramo pasamos a uno más aliviado el camino algo plano, pero ni señas del lugar en el que podría encontrase la cueva. De pronto emergió una bajada sumamente pronunciada y cuando la miro bien era larga y con curvas (jamás había visto algo así) llegaba a unos 100 mts. hasta abajo, me preocupaba cuando tenga que subirla por lo del gran peso en la parte trasera del 12.

En estas fotos se alcanza a ver las ataduras con alambre de las escobillas del limpia parabrisas y también de el capot por el fuerte viento en la ruta




Una vez abajo estacionamos al lado de algunas camionetas 4x4 y nos dirigimos a la oficina de los guarda parques donde nos dieron algunas recomendaciones y el casco que teníamos que usar.



El sendero por el que vamos se encuentra a la mitad de una pared rocosa. Hacia arriba observamos una altura aproximada de 100 metros y lo mismo hacia abajo. A la distancia observamos el Río Pinturas del cual se desprenden maravillosas imágenes de arboles que lo rodean y en una época pasada brindaba sustento a la fauna y a los habitantes que pintaron esas cuevas. Este lugar era ideal como refugio de los tehuelches, la altura de la cueva les daba una buena vista de todo el valle, los protegía del viento, lluvia o nieve, el río les proveía el agua y también atraía a los guanacos, “choiques” como llamaban a los ñandues y todo animal de la zona que se acerque a tomar agua y comer pasto fresco. 



La guía nos daba información respecto a la antigüedad de las pinturas existentes. Se divisan marcas profundamente negras que afean estas antiguas obras y nos comentan que fueron dejadas por el Capitán Muster realizadas durante su exploración. Según antiguos registros, partió desde Punta Arenas y llegó a la isla Pavón y desde este lugar fue acompañado por los caciques Casimiro y Orkeke en la travesía hasta  el curso superior del Río Negro finalizando en Carmen de Patagones. Munster tomo alturas y medidas para registrar el hallazgo, sin percatarse que dañaba este patrimonio de la humanidad.


En esta imagen se encuentran nueve círculos lo que hace pensar que serían 9 lunas, relacionado a la gestación de la mujer.
También podemos observar en la parte inferior de la foto una de las marcas efectuadas por Munster, cuando tomo medidas y alturas para registrar el hallazgo de la cueva.







En esta imagen se puede observar una excavación donde se encontró huesos de guanaco que utilizaban para pintar, restos de fuego y algunas herramientas hechas de piedras. 

Los tehuelches eran nómades. Se refugiaban en cuevas o aleros de roca, caso contrario armaban toldos que, en primera instancia, los reparaba del viento solamente, posteriormente la construcción fue complejizándose para protegerlos de la lluvia o la nieve. Estaban hechos con cueros de guanaco y con palos o ramas utilizadas como poste, también recurrían a piedras que sostenían dichos cueros. Solían viajar desde el sur hasta Carmen de Patagones con el fin de realizar trueque de plumas de ñandú, pieles de puma o guanaco a cambio de tabaco, municiones, azúcar y agua ardiente entre otros enceres. Durante ese viaje  paraban en los “Aikes”, lugares donde encontraban carne, agua, leña  y pasto fundamental para sobrevivir.


En el valle del Lago Buenos Aires solían dejar a los ancianos que ya no podían seguir el camino hasta Camarones. Los dotaban de provisiones y abrigo  pero debido a su edad fallecían en el lugar, de ahí que se nombro al asentamiento poblacional “Los Antiguos”.

  
                                     Esta frase la saque de la canción "el ultimo tehuelche"

En esta imagen se ve una silueta que parecería que baila, lo llaman “el bailarín”, todo esto son conjeturas, ya que no hay registro del significado. 

                                         En esta imagen se ve una mano con 6 dedos.


 En esta imagen se ve una mano con una aureola alrededor sobresaliendo de las demás, se piensa que podría pertenecer alguien de mayor jerarquía.



 En esta imagen se puede ver que al guanaco lo representan mucho mas grande que la silueta humana.

Otra figura relevante es el Matuasto que aparenta ser un reptil gigante. Se presume que pertenecía a la mega fauna e impresiona el detalle de sus extremidades. Cabe destacar, que como toda representación artística, implica que dicha imagen convivió con ellos y fue tan importante que decidieron plasmarla junto a figuras de su cotidianeidad. 

                                                       
                                                                              El "bailarín"

Figuras circulares a gran altura aproximadamente 15 metros es realmente impresionante la fuerza que tenían para alcanzar esa altura. Se creía que los jóvenes practicaban y competían con las boleadoras, para saber cuán lejos llegaban.




Debido a las grandes paredes del cañadón que flanquea el río era un lugar ideal para cazar ya que usaban una técnica en la cual generaban un círculo entre fogatas y cazadores con el cual cerraban el paso a sus presas, así obtenían el preciado botín que les brindaría alimento, abrigo, herramientas etc.

                                             Cacería y tácticas **dibujo de Munster** 



Por otra parte, se pintaban a los animales grandes ( en relación a la figura humana), no se sabe si por la mega fauna existente en ese período o por el valor que se le asignaba ya que les daba alimento y abrigo. Ocupaban absolutamente todo  del animal. El cuero lo usaban para fabricar los toldos también llamado “kau”, ropa de abrigo y para envolver sus pies imitando a las botas que ataban con tendones, también como mantas llamados quillangos. Los tendones eran utilizados para atar el cuero, hacer las boleadoras e instrumentos musicales como el “koolo” que es similar a un violín. Los huesos tenían varias utilidades, uno de ellos era el de punzón o aguja empleada para coser los toldos o confección de ropa de abrigo; además ahuecaban su interior al estilo de cerbatana para realizar sus pinturas, empleando la boca para pulverizar la pintura sobre las manos o lo que quisieran retratar en la roca, este estilo se llama en “negativo”; por ultimo mencionaré un instrumento musical llamado “Rambo” o flauta elaborado a partir de dicho material.






Luego de mi visita a este lugar y repasando las fotos note un patrón similar en diferentes ubicaciones de pinturas rupestres, formados por círculos concéntricos que presumo estarían representando los lagos o lagunas y líneas zigzagueantes que podrían ser parte de la cordillera o cordón montañoso. Posiblemente sea un mapa de los lugares de caza y refugio para todo aquel ocupe dicha cueva.




 Las pinturas eran elaboradas con diferentes elementos como; tierra de colores representados en su variedad de ocre, verde, violeta, rojo, naranja y algunos más debido a los minerales existentes en la zona. Otros componentes utilizados fueron la sangre, orina y flores silvestres, entre otros. A través de la mezcla de estos elementos producían un material tan resistente que permitió, a pesar del clima agreste, que estas representaciones se perpetúen intactas casi 13 mil años.


En este punto la guía nos mencionaba, a modo de ejemplo, que nuestra casa deben ser pintadas anualmente y si bien no están sometidas al mismo clima intempestivo de la cordillera, no resisten la erosión y comienzan a desgastarse. 



 Observamos que hay imágenes de guanaco hembra preñado y se sabe que en ese estado no las cazaban asegurándose que sigan reproduciéndose. 



Los tehuelches creían en un ser superior “Elal”, era un espíritu bueno y grande que creo a los tehuelches y a los animales, les enseño los secretos del fuego, les proveyó armas, abrigo e inculco ideas morales.
El espíritu maligno era llamado “Gualicho”, creían que siempre estaba al acecho para hacerles daño en la parte posterior de los toldos. Para congraciarse o alejarlo el hechicero generalmente recurría al sacrificio de algún animal.
Me gustaría anexar una leyenda muy linda dedicada a este pueblo casi extinto.

                                   LA LEYENDA DE LA CUEVA DE LAS MANOS

Por Ernesto Aníbal Portilla

Ilustración: Adriana Cristina Portilla
La Cueva de las Manos es uno de los lugares más paradigmáticos de la Patagonia. Se
encuentra en la Provincia de Santa Cruz, cerca del Río Pinturas, en la Patagonia
Argentina. En las paredes de una cueva se estampan misteriosas y antiquísimas figuras
de manos de diversos colores. El aura poética y mítica de este sitio, inspiró esta
Leyenda de la Cueva de las Manos, creada por Ernesto Aníbal Portilla, que presentamos
aquí, en este momento de Mitos y leyendas patagónicos de Temakel. Hace 43 años que
Portilla reside en la Patagonia; actualmente (desde hace unos 20 años), vive en
Comodoro Rivadavia. Ha recorrido las vastedades patagónicas trabajando en
comisiones de exploración sísmica (YPF) desde Río Grande, en Tierra del Fuego, hasta
Comodoro Rivadavia, en la Provincia de Chubut. Ha editado dos libros; uno con cuentos
cortos y otro con poesías con ilustraciones de su hija, Adriana Cristina Portilla, autora
de la imagen de la Cueva de las Manos que fulgura arriba.
                                 LA LEYENDA DE LA CUEVA DE LAS MANOS
Era verano, la niña adolescente escuchaba el rumor de las cristalinas aguas del río
que unos momentos antes habían acariciado su hermoso cuerpo, haciéndolo estremecer
con el frío que traía desde las cumbres nevadas. Ahora el sol besaba su cuerpo desnudo
haciendo resaltar aún más la belleza de su piel morena devolviéndole el calor llevado por
el río en el agreste paisaje patagónico.
Luego de haber secado sus largos cabellos, negros como la noche, se vistió y se
colocó la vincha con la pluma que por su rango de princesa tehuelche le correspondía.
Un poco más allá, río abajo, una débil columna de humo indicaba el lugar donde se
encontraba acampando su tribu de costumbres nómades. Después de adornar su
cabello con algunas flores silvestres comenzó a subir sin prisa por la ladera del barranco
que encajonaba al río, mientras pellizcaba algunos frutos de calafate que encontraba a
su paso, siguió por el sendero que llegaba hasta una saliente rocosa que coronaba la
meseta.
El lugar a donde la llevaron sus pasos tenía la forma de un extenso alero natural de
piedra con pequeñas cuevas en su base. Desde allí, se podía contemplar un majestuoso
paisaje con el río pasando lentamente allá abajo, bordeado por la típica vegetación
desértica de calafates y molles poco desarrollados y algunas hierbas aromáticas como el
tomillo.
Su pecho estaba agitado por el esfuerzo de haber subido hasta allí; a ello se sumaba
su ansiedad por el momento en que se encontraría por primera vez con un joven indio de
una tribu vecina, con el que habían acordado una cita durante la última fiesta religiosa
que compartieron en señal de amistad y paz.
El joven cazador llegó a los pocos instantes. Quedó embelesado contemplando a la
princesa, que estaba más bella que nunca. Luego, se tomaron de las manos mientras el
aire cálido del verano transportaba el canto de las aves y el rumor del río.
Todo era belleza y amor en la hermosa tarde, nada hacía sospechar que una gran roca
rodaría desde lo alto, alcanzando a la muchacha que quedó desvanecida al resultar
herida por el golpe recibido tan imprevistamente. El joven se apresuró a socorrerla, pero
vio cómo otras piedras amenazaban caer sobre ellos; entonces, corrió para sostenerlas
evitando que pudieran sepultar a la princesa mientras pedía auxilio a la toldería.
Sostuvo las rocas con tanta fuerza que la sangre brotó de sus manos quedando
impresas en las piedras de manera indeleble. De inmediato, acudieron en su ayuda todos
los miembros de la tribu, que en esos momentos se encontraban haciendo unos
preparados para teñir las prendas que confeccionaban. Al llegar, el cacique ordenó que
todos ayuden a sostener la montaña mientras él socorría a su hija que continuaba
desmayada.
Se acercó el joven cazador y se atrevió a besarla. Ella despertó confusa, pero
sonriente en el momento que todo pareció volver a la calma. Luego, todos retiraron sus
manos de las rocas, pero sus huellas quedaron impresas con los diferentes colores que
habían estado preparando.
En agradecimiento a la casi milagrosa salvación de su hija, el cacique eligió ese lugar
para las rogativas religiosas que se celebraban todos los años, incluyendo en las
ceremonias la impresión de nuevas huellas de manos para sostener las rocas durante
las miles de lunas por venir.
(*)mayo de 1994


Imágenes de los instrumentos extraídas del Manual Estrada Suplemento de Santa Cruz.
También utilice una imagen del libro perteneciente a George Chaworth Musters "Vida entre patagones".

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